Este año aprendí,
Que no se debe dar cancha a la nostalgia, cuando pisas una tierra que no es la tuya, porque me guste o no a veces siempre hay que abandonar una de las dos cosas.
Y si no renuncias al ayer, no te llega el mañana.
Aprendí a tomar decisiones sólo por mí, alejándome de distracciones externas que me bamboleaban.
De esa manera puedo querer sin sentirme hechizada, y encontrar mis motivos sin que la oscuridad de las emociones no me deje ver nada.
Me dí cuenta que me guste o no a veces soy competitiva, y eso me sorprende hasta a mí misma cuando ocurre, y me hace gracia sorprenderme en ese rol, que aparta a veces de un plumazo a la sencilla.
Y aprendí que sí, a veces esa también era yo.
Aprendí que necesito una disciplina para que la risa no adueñe mis días y se pierda con la niña que me encanta y que a veces, demasiadas, aún llevo dentro.
Aprendí, aunque esto ya lo sabía, que soy vulnerable, y he de protegerme.
Especialmente en los caminos más solitarios, que yo misma voy buscando.
Que echo de menos a todos y a todo, pero puedo vivir sin todo y sin nadie, y que incluso a veces extrañamente lo necesito..
Viví llover a mi corazón,cuando fallé a esa persona que confío en mi para abrirme dos veces su puerta y que aún a veces estoy tan ciega como para no darme cuenta, que no son dos, son tres.
Aprendí, un poco más que tengo grandes amigos, y una gran familia de esos que nunca te abandonan.
Y que siempre seré soñadora.
Y lo más importante que no he luchar contra ello, mientras no pierda la perspectiva.
Aprendí a cuidarme, y aprendí que debo de aprender aún más de eso.
Pero sobretodo aprendí que para avanzar, a veces hay que dejar de mirar atrás, porque sino tus pies estarán sellados, y que quiero seguir aprendiendo en el lugar donde más aprendo, aquel que siempre me hace mirarme a mí misma en la soledad e indefensión que ando buscando.
Para dejar de buscar. Y empezar realmente a vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario